“Occidente nos
quiere uniformar, pero no somos uniformados, somos multicolores, así como somos
diversos” Rigoberta Menchú.
Alfredo César Dachary
Al finalizar el
siglo XIX y apenas quince años después del último ejercicio mundial de
soberbia, cuando las potencias coloniales modernas se dividen a toda África y
partes de Asia, viene el primer golpe inesperado para el supremacismo blanco,
el último ejercicio colectivo del colonialismo global.
El 27 de mayo de
1905, en las aguas del estrecho de Tsushima, la pequeña flota japonesa comandada
por el Almirante Togo Heihachiro, aniquiló a la gran flota imperial rusa, un
hecho insólito, que se oculta en sus verdaderas dimensiones, ya que los líderes
de esa época lo evaluaban como algo de gran trascendencia mundial en un mundo
al borde la primera gran guerra.
Para el Káiser de Alemania,
esa había sido “la más importante batalla naval desde Trafalgar”, un siglo atrás.
En el imperio naciente de América del Norte para el Presidente Theodore
Roosevelt fue “el mayor fenómeno que ha visto el mundo en toda su historia”,
opinión del hombre que hizo de la fuerza su bandera cuando mandó su flota
blanca a visitar y mostrar al mundo su poder.
En esos primeros
años del siglo XX, el joven Gandhi, estaba en lo que hoy es Sudáfrica, viviendo
el racismo y la opresión blanca a la población de color de negro y los demás y
de allí su frase premonitoria:“las raíces de la victoria japonesa se han
extendido con tal amplitud que, en estos momentos, somos incapaces de
visualizar todos los frutos que engendrará”.
En síntesis, se
podría decir que la lección derivada de esta batalla naval era: que “los
hombres blancos conquistadores del mundo, habían dejado de ser invencibles”.
En la mitad del
siglo XIX, por la presión de Estados Unidos y el Imperio Ruso, finalmente
el 8 de julio de 1853, el capitán de escuadra Mathew C. Perry y su flota
llegaron a la costa de Japón y obligaron al gobierno japonés a aceptar una
carta del Presidente Millard Fillmore (1850-1853) de Estados Unidos en la que
pedía la apertura de los puertos de Japón para exterior, y las autoridades
japonesas solicitaron un año de plazo para entregar su respuesta.
En 1854 se firmó con el Shogun, el Tratado de
Kanagawa, que se suscribió entre el
Comodoro Matthew Perry de Estados Unidos y las autoridades de Japón, en el
puerto japonés de Shimoda, con lo cual terminó con más de 200 años de
aislamiento de Japón y a la vez, con su política de exclusión (Sakoku), abriendo
así los puertos japoneses de Shimoda y Hakodate al comercio con los Estados
Unidos, garantizando la seguridad de náufragos estadounidenses y estableciendo
un cónsul de los Estados Unidos en calidad de representante permanente.
Esta situación de
chantaje fue aprovechada por los japoneses para modernizar su economía y el Estado,
manteniendo el emperador, lo cual dio como resultado una gran transformación en
las últimas décadas del siglo XIX de ese país.
Así, en 1890, el
poderío industrial japonés había alertado a Estados Unidos y Europa sobre “el
peligro amarillo”, hordas de asiáticos que arrasarían al occidente blanco, una
clara condena al desarrollo logrado de manera autónoma, un “mal ejemplo para el
mundo colonizado”.
La derrota de Rusia
desmentía las jerarquías raciales de Occidente y ponía en ridículo las
pretensiones europeas de “civilizar” a los países atrasados, comenzando a despertar
Asia de las invasiones, imposiciones y demás humillaciones coloniales que hacían
pensar a Inglaterra que su poder era eterno.
Este hecho hace
incitar la conciencia y la creencia en su futuro de los pueblos coloniales en
Asia y otras partes del mundo, y algunos de sus ejemplos llevaron a la
independencia y consolidación de sus países, así los jóvenes turcos obligan al
Sultán a restaurar la Constitución en 1908 y pocos años después del fin de la
gran guerra, en 1918, se inicia el movimiento que concluye en 1923 con la
proclamación de la República turca.
Los movimientos
siguen, así los persas crean una Asamblea Nacional en 1906 y el mismo año se da
la primera manifestación en Egipto contra la ocupación colonial inglesa, un
tema de geopolítica ya que estaba allí, el canal de Suez, la puerta de conexión
entre oriente y occidente.
En 1908, en
Indonesia, los javaneses forman el primer partido político, inicio de la gran
rebelión que duró varias décadas y fue clausurada por la invasión japonesa, que
concluyó en agosto de 1945, y asume la presidencia el líder del Tercer Mundo, Ahmed
Sukarno.
Los jóvenes lídereschinos
viajan a Japón luego de 1905, y a su regreso se suman al movimiento de la repúblicaque,
en 1911,hacen caer la dinastía imperial más antigua del mundo, la China, para luego
empezar a construir tras una guerra civil las bases de lo que es hoy la República
Popular China.
En el mismo tiempo,
la burguesía culta de Indochina francesa empezó a coquetear con los
planteamientos de violencia revolucionaria, el lema era “mirad hacia Oriente”,
luego vendrán los movimientos de izquierda y el legendario Ho Chi Min, el
general sin estrellas, que derrotó a dos imperios, primero al francés y luego
al norteamericano.
Estos movimientos
convulsionaron toda Asia, a la vez que minaban al colonialismo y las dos
grandes guerras mundiales y las matanzas que generaron no solo a militares sino
a millones de civiles terminan despejando a Europa del resto del prestigio que
les quedaba.
Así el triunfo
japonés de 1905 aceleró la descolonización intelectual de los países oprimidos,
abriéndoles una ventana de esperanza y borrando claramente las teorías dominantes
de las razas superiores, ya obsoletas porque la propia realidad las había
enviado al arcón de las cosas inservibles.
En 1924, Sun Yat-sen
recordaba que, en la última década del siglo XIX, los europeos decían que“las
razas de color de Asia que sufrían la opresión de los occidentales, pensaban
que la emancipación era imposible”.
Años después, en
1941, Chiang Kai-shek, líder del Partido Nacionalista y primer Presidente
interino señalaba: “…la gente pensaba que la civilización Europa era una
civilización progresista, en el campo de las ciencias, las industrias, las
manufacturas y el armamento y que Asia no tenía nada que pudiera compararse a
eso. Por consiguiente, daba por sentado que Asia nunca podría hacerle, frente a
Europa, que nunca podría sacudirse de encima la opresión europea. Esa era la
idea predominante de hace más de treinta años…”.
En la primera mitad
del siglo XX, China e India como estados independientes debilitan drásticamente
el poder de Europa y apoyan a los movimientos independentistas, los que dos
décadas después forman un movimiento conocido como los países del Tercer Mundo.
Así, en la segunda
parte del siglo XX, estalla el proceso de descolonización y se da a sangre y
fuego, no fue el modelo americano del siglo XIX cuando los hijos de los
colonizadores y los educados en las metrópolis toman el poder, para llenar un
vacío ya que el rey estaba prácticamente cercado y aislado.
En África, la lucha
fue terrible, desde la batalla de Argelia, que costó un millón de muertos, la
mayoría civiles,la guerra de Angola donde fue derrotado el ejército más
poderoso y mejor armado de África, el sudafricano blanco en la famosa batalla
de Cuito Cuanavale, que les permitió a los angolanos del MAPLA con apoyo cubano
entrar a negociar con Estados Unidos y Sudáfrica que apoyaban al UNITAS, que
fue prolongado por casi tres décadas desde 1975 al 2002.
Estados Unidos venía
de una derrota en el Sureste asiático, ante la guerrilla del Vietcong, máslas
de Laos y Camboya, que el 30 de abril de 1975, lo llevó a Estados Unidos a
apoyar al UNITAS por más de dos décadas, hasta su nueva derrota.
Asia y África
generaron la gran descolonización de los imperios tambaleantes, que solo se
sostenían por la fuerza militar de Estados Unidos, que aparecía de manera
difusa o encubierta, para ocultar una nueva derrota, crisis que sigue hasta la
actualidad en Afganistán, Siria e Irak, donde su poder está muy debilitado y su
prestigio mucho más.
En esta región, el
enfrentamiento Occidente – Oriente está disfrazado de ayuda o apoyo a las
monarquías dictatoriales en turno, las cuales llevan sus guerras también como
agentes del imperio, caso de Arabia Saudita contra Yemen e Israel contra
palestinos, libaneses, sirios y los que aparezcan, mientras tengan el aval y
apoyo de Estados Unidos.
El conflicto Occidente-
Oriente está definido de manera falsa, son las guerras de liberación de los
pueblos oprimidos contra los opresores o sus agentes, no es un conflicto por
expansión sino por dominación, y tras él está el mayor, la lucha por la
hegemonía mundial donde están China e India.
A su vez, esta lucha
replantea totalmente el tiempo conocido de la visión europeísta y se redefine
desde sus bases, la ciencia de Europa frente al conocimiento de los pueblos que
tienen sus verdades desde otra perspectiva; allí está en juego el eurocentrismo
y su ideología de base, el cristianismo, conflicto que ocupará todo el siglo XXI,
si logramos concluirlo.cesaralfredo552@gmail.com
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