La
sociedad del miedo
“El miedo es una muralla que separa lo que
eres de lo que podrías ser” Anónimo.
Hoy nos enfrentamos,
no sin gran asombro, a un nuevo tipo de amenaza. La mayoría de las plagas anteriores
atacaban a pueblos pobres; ahora, a las ciudades más ricas, como New York,
Londres y Madrid, entre otras; antes llegaban en las bodegas lúgubres de los barcos,
entre el agua de sentina y hoy bajan de los aviones al terminar un viaje de
turismo de negocios o de placer, en general.
Hoy se trata de
reducir la población que pasa de la edad productiva, algo que es inversamente
proporcional a la sociedad real; hoy los avances científicos han prolongado la
esperanza de vida en los países con mayor desarrollo y, por ello, la jubilación
se está corriendo de los sesenta a los setenta años y algunos ya plantean
ampliarla más. Por ello, la denominada tercera edad es uno de los segmentos más
atractivos para el consumo suntuario, turístico y de ocio en general, junto con
el otro extremo: los jóvenes.
Pero lo que hoy nos
sorprende, quizás, es por qué no hemos querido ver con claridad que pasaba a
nuestro alrededor y, por ello, evadíamos la realidad, como algo excepcional
hasta que nos llegó de frente y en el momento actual, y dejó de ser ficción
para ser miedo.
El coronavirus no es
algo que solo se puede leer desde el punto de vista de la medicina, que es la
rama de la ciencia que lo trata, es mucho más y, por ello, nos cuesta
asimilarlo, porque los indicadores hace mucho que estaban presentes entre
nosotros.
El más importante es
la desvalorización del humano, un proceso que está a mitad de camino luego de
pasos fundamentales para justificarlo teóricamente y para preparar a la sociedad
para ese proceso de la pérdida del homo-centrismo de la misma y su remplazo por
nuevas formas de pensar, planificar y transformar.
La desvalorización
de la vida es consecuencia de la nueva visión que hay a partir de unificar el
genoma humano, de animales y de plantas en un común denominador: los algoritmos,y
que estos mismos, en una base diferente, se dan en la robótica y se espera que
sus resultados generen una inteligencia más avanzada a la que se denomina
inteligencia artificial (IA) fuerte.
Las luces hace mucho
que estaban prendidas; la revolución verde fue cuando el hombre asumió la
condición de Dios y comenzó a transformar la reproducción, injertos y
transformaciones de las plantas, las semillas y toda la vida vegetal, no la
vimos, pensamos que era algo alejado de nosotros.
Luego vino un
proceso similar, pero con animales, la famosa clonación de la oveja Dolly hasta
la trasformación de vacas en fábricas de productos derivados de la leche que se
extraen de éstas, los límites no se ven aún; y luego viene el hombre, y los
indicadores ya son cada vez más claros, comenzando desde los trasplantes de
todo tipo a la reproducción in vitro.
Las propuestas de
las nuevas tecnologías van en dos caminos paralelos que se retroalimentan; por
un lado, la tecnología que genera máquinas que van reemplazando al humano desde
tareas mínimas, como un estacionamiento a complejas como la creación de vacunas
utilizando IA y otras más. Por el otro lado, se ha destruido el mercado laboral
mundial y, nadie dice nada, millones de personas abandonan África, Centroamérica
y Sudamérica, partes de Oriente Medio, India y muchos más en busca de trabajo y
darles un futuro a sus hijos.
Frente a esta
procesión interminable a contramano de esa realidad está otra, la de los
viajeros por placer, una contra-manifestación que no había dejado de crecer,
ambas se cruzan en un lugar: la realidad, pero es difícil que se vean, al final
el mundo es tan atractivo que “para qué ver tragedias”.
El trabajo estable
se remplazó por el precario, las pagadurías y diferentes maneras de
desvalorizar al humano a límites impensables para el siglo XXI, siendo sus
mayores beneficiarios la estrategia de las nuevas tecnologías, ya que el individuo
desvalorizado cae por debajo de todos límites, desde la violencia extrema al
mundo de las drogas, el tráfico de personas y muchas más de la larga lista de
la otra realidad: “la economía criminal”.
Hay una lectura que
complementa a este proceso y, a la vez, lo explica y es la realizada por
Byung-Chul Han, un filósofo coreano alemán, que hoy está a la vanguardia del
pensamiento contemporáneo.
Él nos plantea que cada
época tiene una enfermedad emblemática, la época bacterial termina con el
descubrimiento de los antibióticos; la época viral, quedó atrás con las
técnicas inmunológicas (gripe), dominado por el de adentro y el de afuera
(enemigo) se repele todo lo extraño; y en el siglo XXI, es neuronal, no son
infecciones, son infartos ocasionados por un exceso de positividad. La
depresión, el trastorno de déficit de atención con hiperactividad y el síndrome
del desgaste ocupacional.
Byung-ChulHan considera
que la sociedad incurre de manera progresiva en una constelación que se sustrae
por completo del esquema de organización y resistencia inmunológicas, y ésta se
caracteriza por la desaparición de la otredad, que es la categoría fundamental
de la inmunología, ya que cada reacción es frente a la otredad que es
remplazada por la diferencia que no produce ninguna reacción inmunitaria.
La extrañeza, que al
faltar aparece lo idéntico, y hace de la extrañeza solo una reacción de consumo,
por ello lo extraño se reduce a lo exótico, por lo que hoy el turista o el
consumidor ya no es más un sujeto inmunológico.
El paradigma
inmunológico no es compatible con el proceso de globalización ya que la otredad
que suscita una reacción inmunitaria se opone al proceso de disolución de las
fronteras.
El mundo
inmunológico organizado tiene una tipología particular, está marcado por
límites, franjas, muros y vallas, que impiden el intercambio universal (desde
fronteras a cotos). La hibridación que actualmente domina el discurso teórico
cultural es diametralmente opuesta a la inmunización.
La desaparición de
la otredad es porque vivimos en un tiempo pobre de negatividad; las enfermedades
neuronales del siglo XXI siguen una dialéctica de la positividad, por ello son
estados patológicos de exceso de positividad. La violencia no parte solo de la
negatividad, también parte de la positividad, no de lo otro sino de lo idéntico,
hay un exceso, “una obesidad de sistemas del presente”, sistemas de
información, comunicación y producción.
En un sistema
dominado por lo idéntico solo se puede hablar de las defensas del organismo en
sentido figurado, lo idéntico no conduce a la formación de anticuerpos, la
violencia de la positividad resulta de la súper producción, el súper rendimiento
o la súper comunicación, ya no es “viral”.
¿Cómo se dio este
cambio, que no hemos percibido plenamente? o lo vemos como cotidianidad y ya no
nos asusta, es que pasamos una revolución, pero “de noche”, y consistió en
transición de la “Sociedad disciplinaria” claramente definida por Michel Foucault
a la actual “Sociedad de Rendimiento”, sociedad de gimnasios, torres de
oficina, bancos, aviones, grandes centros comerciales y laboratorios genéticos.
En la sociedad
disciplinaria que dominó hasta hace pocas décadas los sujetos eran controlados
por la obediencia; hoy en la sociedad del rendimiento son sujetos, son
emprendedores de sí mismos, se auto explotan para poder lograr sus metas del
consumo que ofrece el mundo a cambio de dinero.
En la vieja sociedad
disciplinaria era una organización de la negatividad a partir de la prohibición,
mientras que en la actual sociedad del rendimiento se caracteriza por ser
positiva, poder sin límites, porque éste lo coloca la sociedad donde cada vez
son menos los poderosos y más los empobrecidos.
Pero al final, la
diferencia terminal en lo negativo no es tan grande, ya que la sociedad disciplinaria
y su negatividad genera locos y criminales, mientras la sociedad del
rendimiento, produce depresivos y fracasados.
Este cambio de
paradigma se da porque la sociedad disciplinaria llega a sus límites en la
productividad y la prohibición alcanza su límite, por ello se cambia el
paradigma. Así la positividad del poder de la sociedad del rendimiento es más
eficiente que la sociedad disciplinaria del deber y, de ese modo, el
inconsciente social pasa del deber al poder.
En la actualidad, el
entretenimiento parece acoplarse a todo el sistema social y modificarlo
correspondientemente, de modo que los sistemas generan sus propias formas de
entretenimiento; así éste sale de lo que lo distingue de las noticias, por lo
que el marco ficción como entretenimiento incluye noticias. Así se va borrando
la frontera entre la realidad y la realidad ficticia que marca el
entretenimiento y así éste se hace con la realidad.
Así es como el
entretenimiento se eleva a un solo paradigma, una nueva forma del mundo y del
ser, solo lo que resulta entretenido es real o efectivo, y esto nos lleva a que
la realidad misma parece ser un efecto de entretenimiento.
Al final,el filósofo
Guy Debord, medio siglo atrás, no estaba alejado de la realidad cuando decía: “…
el espectáculo se presenta al mismo tiempo como la sociedad misma, como una
parte de ésta y como instrumento de unificación. El espectáculo no es un conjunto
de imágenes, sino una relación social entre personas, mediatizadas a través de
imágenes…”.
Así mientras cae el
telón del espectáculo, el hombre comienza la retirada de esa función que siempre
lo tuvo en la primera platea, mientras camina por el sendero de la
incertidumbre, el que bien ha trazado la sociedad del miedo. alfredocesar7@yahoo.com.mx
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