“No podemos salir de esta catástrofe con la misma lógica que la propició” Albert Einstein.
Alfredo César Dachary
Nuestra actual
sociedad se caracteriza por la gran velocidad de los acontecimientos que a veces
es difícil digerirlos y, lo que más, entenderlos y esta lógica se ajusta a nuestra
compleja situación actual iniciada por la pandemia y las consecuencias que ésta
tendrá.
Para Ignacio Ramonet,
ninguna pandemia fue nunca tan fulminante y de tal magnitud, ya que ha surgido
hace apenas cien días en una lejana ciudad desconocida, un virus que ha
recorrido ya todo el planeta y ha obligado a encerrarse en sus hogares a miles
de millones de personas.
Hoy, ya nadie ignora
que la pandemia no es sólo una crisis sanitaria, es lo que las ciencias
sociales califican de hecho social total, en el sentido de que convulsa el
conjunto de las relaciones sociales y conmociona a la totalidad de los actores,
de las instituciones y de los valores.
El origen es una
disputa geopolítica y, por ello, nunca se sabrá la verdad, solo quedarán las fakenews que los medios generan para
apoyar a uno de los dos enfrentados, Estados Unidos y China. La magnitud del
enfrentamiento ha llevado a que, en el comienzo de la pandemia, el 3 de abril, Henry Kissinger, Secretario de Estado
de Estados Unidos en las presidencias de Nixon y Ford, escribiera un artículo
en The Wall Street Journal, donde sentencia que “La pandemia del coronavirus alterará para
siempre el orden mundial”.
También es posible que hayamos contribuido a que el Covid-19, de origen
animal confirmado, haya llegado a nosotros debido a las disfunciones que
estamos introduciendo en los ecosistemas, desde el comercio de especies a la
agricultura y la ganadería intensivas y nuestra osadía para superar la
capacidad de acogida del planeta ha generado insostenibilidad y también
vulnerabilidad y falta de resiliencia, que queda en evidencia en eventos como
esta pandemia.
Para Yuval Noah Harari, el
desafío es establecer las condiciones para crear la nueva ficción que subvierta
la actual, resultado de sucesivas realidades impostadas y surgidas al calor de
la economía de mercado y del capitalismo liberal, realidades que se han
sucedido por la vía de los hechos. Si nos organizamos para enfrentarlo, también
podemos hacerlo para reconstruir o construir esta nueva normalidad.
Para Jeremy Rifkin, esto no nos ha tomado de sorpresa y se deriva del
cambio climático, del que han advertido los investigadores desde hace tiempo.
Hemos tenido otras epidemias en los últimos años y se han lanzado advertencias
de que algo muy grave podría ocurrir, ya que la actividad humana ha generado
estas pandemias porque hemos alterado el ciclo del agua y el ecosistema que
mantiene el equilibrio en el planeta.
Por ello es que ya nada volverá a ser normal, después de la pandemia,
que es una llamada de alarma en todo el planeta, y lo que toca ahora es
construir las infraestructuras que nos permitan vivir de una manera distinta. Debemos
asumir que estamos en una nueva era y si no lo hacemos, habrá más pandemias y
desastres naturales, y es más estamos ante la amenaza de una extinción.
Hay una duda grande si el problema de salud pública no es
necesariamente tan extremadamente alarmante como se presenta en los medios,
¿por qué entonces se trata a esta epidemia como una cuestión que merece una
atención casi exclusiva y con un seguimiento a tiempo real? ¿Será que el Covid-19
no es sólo un problema de salud global, sino también una serie de problemas
interconectados de tipo económico, ecológico y social,que lo conviertenen un
problema sistémico y político sobre el que conviene reflexionar?
El Fondo Monetario Internacional (FMI) y la Organización para la
Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE)ya le han cargado a la epidemia la
crisis que viene, generando menor crecimiento, descenso en la producción,
comercio, consumo, turismo y transporte, o incluso la caída de las bolsas. Las
fábricas y negocios cierran; millones de personas no realizan sus viajes
habituales; se promueve el teletrabajo, la videoconferencia o la posibilidad de
una mayor producción local para proteger las cadenas de suministro.
En una economía interdependiente, caótica y frágil como el capitalismo,
donde la incertidumbre, la especulación y la constante búsqueda del beneficio
son esenciales, todo apunta a una grave recesión económica.
El impacto de la epidemia del coronavirus puede parecer paradójico: sus
evidentes efectos negativos en la salud, la sociedad y la economía, a corto
plazo, son beneficiosos para la crisis climática y ecológica, y tal vez también
para la salud, a mediano plazo, dado que el desarrollo sera perjudicial para la
homeostasis del planeta.
Desde el punto de vista social, estamos ante una epidemia de pánico, se
ha parado el planeta, toda la gente debe recluirse en su casa y los medios lo
repiten todo el día, para imponerlo en el imaginario popular, atrapado entre la
sobre información y las falsas noticias, y Estados que han desmantelado los
servicios públicos de salud luego de más de tres décadas de neoliberalismo. Los
ejemplos son muy significativos: Estados Unidos, Inglaterra, Francia, Italia y
España, los más afectados.
Al hablar casi exclusivamente
del coronavirus durante tantas semanas no hablamos de otros problemas mucho más
graves que pasan desapercibidos: el enfrentamiento comercial China – Estados
Unidos, la caída del precio del petróleo, el potencial estallido de una crisis
en el Golfo Pérsico y un dólar en crisis como la propia economía de Estados Unidos.
Da la impresión que el mundo “se ha parado de acontecimientos” y no es así, éstos
siguen viviendo, pero sin el reflector de los medios globales.
Así la pandemia es un detonador complejo de la crisis sistémica del
capitalismo, en la que todos los factores anteriores están fuertemente interconectados,
y esta epidemia puede representar una ocasión ideal para justificar la crisis
económica capitalista que parece estar acercándose.
Para Alejandro Nadal, Eric Toussaint o Michael Roberts, aunque los
mercados bursátiles son imprevisibles, todos los factores de una nueva crisis
financiera están presentes desde al menos 2017, por lo que el coronavirus sería
tan solo la chispa de una explosión financiera pero no su principal causa.
La pandemia lleva a la humanidad a cambiar
hábitos y a reflexionar sobre su futuro, mientras en paralelo la realidad
doméstica tironea entre el paro, la producción y la inversión social, nunca antes había sucedido que, simultáneamente, el
mundo entero estuviera bajo la amenaza real de una epidemia y que en todo el
planeta fuera el virus el único tema que ocupara las mentes.
El aprovechamiento político de la pandemia que está haciendo la Casa
Blanca, declarando la guerra al “virus chino” y enviando parte de la fuerza
aérea y naval del Pentágono al Caribe, en un gesto inaceptablemente violento
contra Venezuela y América Latina y dando orden de hundir los barcos iraníes
que cierren el Golfo, como una cortina de humo para disimular el fracaso de las
políticas públicas para con la pandemia.
Trump tomó medidas keynesianas como aplicar la Ley de Producción, que
habilita a controlar precios y salarios; enviar cheques de hasta 1,200 dólares
por persona para todos los estadounidenses que ganen menos de 70,000 dólares al
año y ordenar a las empresas privadas a producir bienes para el Estado.
En Alemania se anunció una línea de créditos sin límite para las Pymes;
y en Francia, el presidente Emmanuel Macron redescubrió que “el Estado
protector no significa un costo sino un bien indispensable”, a la par que la
Unión Europea anunció una ayuda de 100 mil millones de euros para España e
Italia, los países de la UE más golpeados por la Covid-19, para frenar los
despidos.
Para Julio C. Gambina, si hasta ahora se hablaba de desaceleración,
ahora se teme una recesión o incluso una depresión de la economía mundial, o
sea, ya no se trata sólo de problemas con los bancos, las bolsas o la
valorización de los títulos, sino que estamos hablando del impacto en la
producción a nivel industrial y el riesgo del desempleo.
El neoliberalismo plantea la falsa dicotomía entre economía y salud,
cuando en realidad no existe contradicción alguna entre salud y economía y quienes
la plantean están proponiendo enterrar un derecho humano esencial, que nos
viene dado y al cual debemos cuidar y proteger como comunidad y un proceso
productivo que sólo puede ser realizado por personas sanas.
Aunque Trump plantee lo contrario y tenga muchos que le siguen en esas ideas
supremacistas blancas y racistas
Entre los medios y la desinformación, el falso dilema entre salud y
economía, y la falsa idea de que la pandemia es el problema central, nos vamos
rumbo a una gran recesión, cuyos resultados nos afectaran más y cuya salida
será un tema complejo si las condiciones actuales siguen como van en ruta de
choque a un colapso universal. alfredocesar7@yahoo.com.mx
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