Los
cruceros: la otra cara de la pandemia
“No
es oro todo lo que
reluce” Adagio popular.
Alfredo César Dachary
Cuando comenzó el
auge de los cruceros en Cozumel, la lucha por hacer mayor número de muelles
primero, luego transformarlos en verdaderas zonas comerciales y todo lo que
viene atrás, desde paralizar la ciudad por una sobrecarga de personas a obligar
a los locales a amurallarse en sus casas, abastecerse antes de la llegada
masiva de cruceros, me quedaban muchas preguntas sin responder.
Para ello, pregunté
a mis amigos, que eran el núcleo duro de la política priista en esa época, los
principales comerciales, hoteleros y, en general, los más poderosos de esa bella
isla, y las respuestas que recibí me permitieron ver el “gran negocio de los
cruceros”, al menos para algunos.
Sin embargo, me
faltaban otras preguntas para cerrar el círculo y un día, caminado por el
muelle, vi algo que me llamo atención, unos autobuses que luego de haber bajado
los turistas, comenzaban a llenarse con otras personas; pregunté y era la tripulación
de bajo nivel, que no tenían ni visa del país empleador, aunque éste lo niegue,
que era Estados Unidos, ya que un barco es un verdadero engendro pirata,
bandera de conveniencia, por un lado, que no era norteamericana, y podía ser de
Belice, Panamá, Liberia u otro. La empresa contratante tenía su sede en un país
diferente al gran emisor Miami para el Caribe o California para el Pacífico,
por ello los empleados, difícilmente tendrían a quien quejarse, lo cual veré
luego.
Los “no turistas”
eran llevados a un verdadero “no lugar”, o sea,una isla dentro de la isla, aislada
y protegida por seguridad, donde éstos podían gastar su dinero en todos los
vicios y deseos sin excepción, ¿un negocio de un reconocido político local?,
para otros, de otro poderoso, pero del centro del país, nunca se supo bien el
origen de esa “isla de la felicidad”.
Lo real es que el
turismo es como una mina, en la parte alta están los jefes y expertos, en el
centro la burocracia más elevada y abajo los empleados de los países pobres,
que llegan como la última salida; así también se distribuyen los turistas: los que
pagan bien tiene cabinas con balcón al mar, lejos del ruido del motor, y de
allí para abajo, están los que deben vivir con luz artificial en medio de un
mar azul. Allí entendí porque Cozumel tomaba fuerza, además de sus grandes
atractivos, y en medio del imponente Caribe mexicano, era un lugar donde podían
bajar los que no podían en las posesiones norteamericanas o británicas,
francesas u holandesas; los parias que eran un grupo muy importante bajaban a
tomar sol en Cozumel en su propia “isla de la fantasía”.
Hoy, en medio de la
pandemia, han aparecido una infinidad de artículos que muestran la otra cara
del Covid-19, en el llamado mundo de ensueño de los cruceros, algo que hace
mucho comprendí que era una gran mentira, trabajando los reportes de violaciones
en los cruceros entre empleados, que nunca se pudieron resolver salvo que uno
sea de Estados Unidos, entonces el Estado actuaba, pero era la excepción. La
indefensión, la sobre explotación y un control casi militarizado eran la otra
cara de la magia de los cruceros.
Ante la emergencia
de la pandemia, el individualismo dominante en la sociedad vio una salida
elegante y perfecta que era tomar un crucero en el comienzo de la expansión del
coronavirus, ya que las empresas de cruceros se negaban a suspender los viajes,
así la codicia de éstos y la inconciencia de aquellos iban a constituir la
tragedia perfecta.
La publicidad era
elocuente, y hoy se estarán golpeando el pecho por las consecuencias económicas
que tuvieron: …“¿Te asusta el avance del nuevo coronavirus? ¡Viajar en un crucero puede ser bueno para
tu salud! ¿Deseas relajarte, olvidar las preocupaciones, mantenerte
en forma en cuerpo y alma? Las vacaciones en crucero ofrecen una amplia variedad de beneficios…
¿Te inquieta que, una vez a bordo, la seguridad sanitaria no sea muy
exigente?”
Y seguían con otros
falsos principios como “La seguridad a
bordo es la mayor preocupación para las navieras. Desde mantener un ambiente
seguro en sus barcos, a controles alimenticios y médicos”. Todo está
supervisado para evitar riesgos. “¿Temes por tu vida si te
contagias y enfermas? Este es el mejor
crucero que deberías hacer antes de morir”, y… no se equivocaron, ya que
varios turistas murieron en los viajes.
Arnold W. Donald,
presidente de Carnival Corp., tuvo la osadía de sostener que “muy pocos barcos” se habían visto
afectados por el nuevo coronavirus, y que los viajeros corrían mucho menos peligro en un crucero que en
cualquier otro lugar. “Porque tenemos estándares realmente altos para hacer
frente a cualquier tipo de riesgo para la salud”.
Esto quedó demostrado
que era todo lo contrario y que anteriormente el profesor Don Milton,
epidemiólogo de la Universidad de Maryland sostuvo que,a bordo de un crucero, los pasajeros son más vulnerables a las enfermedades
infecciosas porque, además de la convivencia en espacios estrechos y cerrados,
está el problema del aire recirculado por el sistema de ventilación, y eso
favorece la propagación del virus.
El fatídico 11 de
marzo, cuando el coronavirus fue oficialmente declarada ‘pandemia’ por la
Organización Mundial de la Salud (OMS), las empresas de cruceros tenían en
operación unos trescientos navíos, y en ellos se hallaban viajando no menos de
550,000 pasajeros.
El turismo de
cruceros es uno de los segmentos del turismo internacional que mayor crecimiento está
teniendo, pasando de 9,3 millones de pasajeros en el año 2003 a casi 30
millones en 2018. De este total, 10,1 millones de cruceristas llegaron a las
costas españolas batiendo todos los récords.
La organización
ecologista ha recordado los enormes impactos de este tipo de turismo
relacionados con la contaminación y la masificación de las ciudades, pero también
sobre los ecosistemas marinos y la alteración de la dinámica litoral por la
construcción de terminales.Las autoridades canadienses, el 2 de marzo ya habían
advertido oficialmente a sus ciudadanos, mediante la Agencia de Salud Pública
de Canadá, que evitaran todos los
viajes en crucero. Entre los primeros cruceros afectados por la pandemia estaba
el Diamond Princess, frente a las costas de Japón, más de setecientos
infectados a bordo y más de una decena de muertos.
En la tragedia vivida por la pandemia en los cruceros se acentuó la
diferencia de trato entre el huésped, o sea, el cliente y el trabajador, es
decir,los tripulantes que fueron una vez más maltratados, ya que las empresas
se esforzaron en cierta medida en proteger a los pasajeros que representa uno
de los segmentos más rentables de la industria mundial del turismo.
Cada año, un total de más de 272 cruceros recorren los mares del
planeta llevando en sus camarotes a unos treinta millones de
turistas, y varios miles de trabajadores que operan estos modernos hoteles
flotantes, mega negocio que representa una cifra global de negocios de más de
150 mil millones de dólares.
Esto debido a que las empresas no tienen la misma consideración hacia
los tripulantes, nos referimos al servicio de mantenimiento técnico, de
limpieza, de asistencia al pasajero, camareros de cabina, camareros de
restaurante, bármanes, fotógrafos, mecánicos, electricistas, informáticos,
equipos de animación, músicos, cantantes, bailarines, masajistas, médicos,
enfermeros; esos son los pobres de la isla mágica.
Esta actitud se trasladó al escenario de la pandemia, como lo plantea un
trabajador del Costa Favolosa, que en Facebook denunció que en el crucero no
permitían a los empleados usar mascarillas y que el barco estaba operando
normalmente a pesar de que entre el diez y el veinte por ciento de los
empleados del restaurante tenían ‘síntomas gripales’ y pese a eso se trabajó sin
una norma de distanciamiento social.
Como consecuencia de esta forma de trabajar en medio del brote del
coronavirus, se dio que cincuenta y ocho personas a bordo del Costa
Favolosa se infectaron, e incluso algunos de éstos murieron en el barco y
en el hospital en Miami. El resultado fue que, a finales de ese mes de abril,
un millar de tripulantes se habían infectado en decenas de naves, y por lo
menos once habían muerto de Covid-19.
A los trabajadores, las compañías no les entregaron mascarillas ni
guantes, ni les permitieron respetar los protocolos para mantener distancias de
seguridad, y además a los tripulantes nunca fueron examinados por los médicos
de los cruceros donde trabajaban, y que cuando se contagiaron tuvieron que
pasar la enfermedad confinados en sus cabinas, ya que las camas eran para los
huéspedes.
Otros se infectaron, pero de modo asintomático y, sin saberlo,
difundieron el coronavirus a su alrededor, ya que a los trabajadores según
denunciaron ellos jamás les avisaron que podían haber estado en riesgo y menos
el potencial de contagio.
Cuando los barcos consiguieron puertos receptores en Florida, los
pasajeros regresaron, solo una parte pudieron regresar a sus hogares, casi
siempre en vuelos comerciales, otros se quedaron, sin apoyo de sus gobiernos,
junto a miles de tripulantes.
La situación, a principios de abril de 2020, era que había
aproximadamente cien cruceros que seguían en el mar, en las costas
estadounidenses, sin turistas, pero con casi 80,000 tripulantes a
bordo, y a mediados de mayo, aún quedaban más de 60,000
tripulantes en unos noventa cruceros varados en gran parte en
aguas de Barbados, formando un enjambre de naves parias, a la espera de
noticias de repatriación.
Muchos de esos trabajadores
llevaban más de ochenta días sin tocar tierra… Con los nervios
destrozados, y a consecuencia de ello en las dos primeras semanas de mayo,
cuatro tripulantes fallecieron por motivos no vinculados al coronavirus en distintos
cruceros uno por ‘causas naturales’ desconocidas; tres se suicidaron.
En realidad, la empresa cumplió con su oferta de darles un viaje
inolvidable, para los que no llegaron vivos y los enfermos, a los que volvieron
totalmente alterados de casi un mes de andar mendigando puertos que los reciban,
para los que esperan repatriación y otros más abandonados a su suerte; a todos,
el destino les jugo una mala pasada, pero los culpables nunca se harán
responsables de la misma. alfredocesar7@yahoo.com.mx
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