Democracia y Libertad
“Sin
democracia la libertad es una quimera” Octavio Paz.
Alfredo César Dachary Mx.
Hace dos años Shoshana Zuboff, titular emérita
de la catedra Charles Edward Wilson de la Harvard Business School y asociada en
el Berkman Center for Internet Society de la Harvard Law School, presentó un
libro interesante: “La era del capitalismo de la vigilancia”.
Este trabajo excepcional analiza lo que
es el capitalismo de la vigilancia que “reclama unilateralmente para sí la
experiencia humana, entendiéndola como una materia prima gratuita que puede
traducir en datos, comportamientos”. Esto ha llevado a los procesos automatizados
realizados por máquinas que no solo conocen nuestra conducta, sino también modelan
nuestro comportamiento en igual medida.
Esto pone en juego algo de máxima
importancia, toda una arquitectura global de modificación de la conducta
amenazada con transfigurar la naturaleza humana en el siglo XXI, de igual modo a
como el capitalismo industrial desfiguró el mundo natural en el siglo XX. Así la amenaza supera a la del “Gran Hermano”
totalitario del Estado del libro “1984”, a una arquitectura digital
omnipresente, el “Gran Otro”, que opera en función de los intereses del capital
de la vigilancia que va más allá del estado nacional, es global.
Esta colosal acusación que sale de la
universidad más importante de Estados Unidos, que denuncia las “Nuevas
fronteras del poder”, en sí misma va más allá de lo que un enemigo del sistema
podría denunciar y, sin embargo, no ocurrió así, ¿por qué?
Desde el inicio de la guerra fría se han
ido creando enemigos, a veces reales y otros artificiales, que han servido a
una sociedad que requiere de la dicotomía y aumentar su celo por sus principios,
algunos casos fueron más políticos que reales otros solamente políticos, pero
el aparente control no cesa nunca y ahora en la era del capitalismo de la
vigilancia mucho menos.
Hoy vivimos casi en silencio a no ser por
grupos de defensa, la injusta detención de Julián Assange fundador de WikiLeaks, detenido en Gran
Bretaña, desde su expulsión de la Embajada de Ecuador en Londres.
Luego
de un juicio promovido por el gobierno de Estados Unidos, la juez determinó que
no puede ser extraditado del Reino Unido a Estados Unidos debido a problemas de
salud mental, ya que quedó demostrado que el periodista de
origen australiano de 49 años presenta riesgo de suicidio y podría quitarse la
vida si es procesado en Estados Unidos, donde enfrenta cargos por la
publicación de miles de documentos clasificados en 2010 y 2011.
La venganza no tiene límites y ya lo vivió
en carne propia la ex militar Bradley Manning, que
estuvo presa y luego fue liberada por Obama, aunque aún tiene amenazas a su
libertad. Edward Snowden, hoy exilado o refugiado en Rusia, debe la vigilancia
secreta de las telecomunicaciones de millones de usuarios realizada por la
Agencia Nacional de Inteligencia (NSA).
El economista Daniel Ellsberg fue la
pesadilla del Secretario de Estado Henry Kissinger ya que era miembro del
'think tank' Rand Corporation, comenzó a trabajar para el Pentágono en 1964 y
luego fue enviado a Vietnam, como funcionario de la embajada de Estados Unidos.
Él filtró los famosos “papeles del Pentágono”, 7,000 páginas con información
detallada sobre por qué comenzó la guerra de Vietnam y cómo se planeó, y el
'New York Times' publicó un extracto en 1971. No fue condenado, quizás por todo
lo que sabía ya que estaría en un rango muy superior a los otros dos antes
mencionados.
Pero entre estos nuevos Robin Hood de la
justicia informática, hay un antecedente del que poco se habla y que tiene un
gran valor porque fue el primer gran hacker del conocimiento, pero sin uso comercial
abierto a toda la sociedad, se trata de Aaron Swartz, un joven norteamericano,
nacido en Chicago, que fue un prodigio de la informática, ya que a los 14 años
contribuyó a la programación del protocolo RSS 1.0 formato para abonarse a las
publicaciones en línea y poco después fundó la red social Reddit.
Fue un activista y pieza clave en las
pugnas ciudadanas que enfrentaron a las leyes SOPS y PIPA, ley que responsabilizaría
a aquellos buscadores, portales y páginas que publiquen links de contenido
protegido y otras webs de descargas. Mediante una orden judicial, cualquier
productora de cine que descubra que una página ofrece copias ilegales de sus
películas, podría obligar a Google a eliminarla de los resultados del buscador.
Su mayor logro fue que, aprovechando su
extraordinaria capacidad en temas de computación, logró ingresar en la biblioteca digital del Instituto Tecnológico de
Massachusetts (MIT) y comenzó a bajar todos los archivos allí
almacenados y los difundía públicamente. Así mismo, Swartz fue el
primero que habló, escribió y programó en lo que hoy conocemos como
criptomonedas, criptografía, Blockchain, bitcoin, ethereum, etc.
Ante esta situación lo buscó el gobierno
de Estados Unidos para enjuiciarlo y se fue a Europa, y al regresar fue detenido
y comenzó la presión de los fiscales federales para hacerlo que se auto
incrimine. La presión de las autoridades judiciales, siempre en exceso lo llevó
a que el 11 de enero del 2013, se suicidara en el Brooklyn, New York.
De su ejemplo por socializar y no
capturar la información para tratarla como mercancía, hay un ejemplo excepcional,
que no deberíamos olvidar, porque fue un joven hijo de una familia adinerada,
que sacrificó su carrera académica por socializar la información para uso de
todos. A continuación, está el manifiesto que escribió años antes en Italia.
El manifiesto de Aarón
Swartz
“La información es poder. Pero como todo poder, hay quienes quieren
quedárselo para sí mismos. Todo el patrimonio científico y cultural del mundo,
publicado durante siglos en libros y revistas, está siendo cada vez más
digitalizado y guardado por un puñado de empresas privadas.
¿Quiere leer
los artículos que presentan los resultados más famosos de las ciencias? Deberá
enviar cantidades enormes a editores como Reed Elsevier. Hay quienes
luchan/luchamos por cambiar esto. El Movimiento de Acceso Abierto ha luchado
valientemente para garantizar que los científicos no firmen sus derechos de autor,
sino que se aseguren de que su trabajo se publique en Internet, en condiciones
que permitan a cualquiera acceder a él.
Pero incluso
en los mejores escenarios, su trabajo solo se aplicará a lo que se publique en
el futuro. Todo (lo publicado) hasta ahora se habrá perdido. Ese es un precio
demasiado alto a pagar.
- ¿Obligar a los académicos a pagar dinero para leer el trabajo de sus
colegas?
- ¿Escaneando bibliotecas enteras, pero solo permitiendo que la gente de
Google las lea?
- ¿Proporcionar artículos científicos a los estudiantes de las
universidades de élite del Primer Mundo, pero no a los niños del Sur Global?
Es indignante
e inaceptable. 'Estoy de acuerdo', dicen muchos, 'pero ¿qué podemos hacer? Las
empresas poseen los derechos de autor, ganan enormes cantidades de dinero
cobrando por el acceso, y es perfectamente legal; no hay nada que podamos hacer
para detenerlos'.
Sin embargo,
hay algo que podemos hacer, algo que ya se está haciendo: podemos contraatacar.
A aquellas
personas con acceso a estos recursos (estudiantes, bibliotecarios, científicos)
se les ha otorgado un privilegio. Si tú eres uno de ellos, tú tienes la
oportunidad de alimentarte en este banquete de conocimiento mientras para el
resto del mundo está bloqueado.
Pero no
necesitas -de hecho, moralmente, no podrías- conservar este privilegio para vos
mismo, únicamente para vos. Tienes el deber de compartirlo con el mundo. Lo que
tienes que hacer es: intercambiar contraseñas con colegas, completar
solicitudes de descarga para amigos.
Mientras
tanto, los que han sido excluidos no deben quedarse de brazos cruzados. Hasta
aquí, han estado escabulléndose por los agujeros y trepando vallas, liberando
la información encerrada por los editores y compartiéndola con sus amigos. Pero
toda esta acción transcurre en la oscuridad, escondida bajo tierra. Se llama robo o piratería, como si compartir
una gran cantidad de conocimientos fuera el equivalente moral de saquear un
barco y asesinar a su tripulación. Pero compartir no es inmoral, es un imperativo moral. Solo aquellos cegados
por la codicia se negarían a permitir que un amigo hiciera una copia. Las
grandes corporaciones, por supuesto, ellas están cegadas por la codicia.
Las leyes bajo
las cuales operan así lo exigen: sus accionistas se rebelarían por algo mucho
menor que esto. Y los políticos han sido comprados, aprobando leyes que les dan
el poder exclusivo de decidir quién puede hacer copias.
No hay justicia en seguir leyes injustas. Es hora de salir a la luz y, en la gran tradición
de la desobediencia civil, declarar nuestra oposición a este robo privado de la
cultura pública. Necesitamos acceder a la información, esté almacenada donde
sea, hacer nuestras copias y compartirlas con el mundo. Necesitamos tomar las
cosas que no tienen derechos de autor y agregarlas al archivo. Necesitamos
comprar bases de datos secretas y ponerlas en la Web. Necesitamos descargar
revistas científicas y subirlas a redes de intercambio de archivos. Necesitamos
luchar por Guerrilla Open Access.
Con
suficientes de nosotros en todo el mundo, no solo enviaremos un mensaje
contundente en contra de la privatización del conocimiento, sino que lo
convertiremos en una cosa del pasado. ¿No te queréis sumar?” Aaron
Swartz, julio de 2008, Eremo, Italia. cesaralfredo552@gmail.com
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