Religión
y ciencia: contradicción o complementación
“La
intolerancia de los ateos fanáticos es análoga a la de los fanáticos religiosos
y tiene el mismo origen” Albert Einstein.
Alfredo César Dachary
El humano es la
especie menos especializada de las que existen en la tierra, pero la más
adecuada para aprender, recordar y repetir hechos y cosas que lo benefician, al
extremo que, para consolidar la fe, crea a los dioses y con éstos a las
religiones y al final, como con los robots, éstos se independizan de sus
creadores y asumen vida propia según la narrativa que le construyeron.
El humano necesita
trascender, por ello transforma sueños y experiencias en un lenguaje y lo lleva
al extremo de eternizarlo a través de la palabra escrita; hoy nos asustamos de
una sociedad necesitada de reconocimiento social que debe recurrir a los
subterfugios de Facebook o Instagram, antes las apariencias se formalizaban
asistiendo a los ritos, procesiones y demás actos de fe a los que asistían la
sociedad creyente.
Por ello no nos sorprende
la hipótesis que maneja David Noble al sostener que la fascinación actual por
la tecnología, la verdadera medida real sobre el conocimiento moderno, está
enraizada en mitos religiososy en un imaginario muy antiguo.
Por ello, en este
siglo XXI hay una fe ciega en los avances tecnológicos y el triunfo definitivo
de la razón, ese resurgimiento de la fe fundamentalista es similar a un
renacimiento religioso.
En el caso concreto
del proyecto de la tecnología occidental, la marca que ha definido la
modernidad tiene su origen y espíritu medievales, a diferencia de otras
civilizaciones, comenzando por la de los faraones en Egipto,algo que Lewis
Mumford definió como la mega máquina.
Jacques Ellul, filósofo,
teólogo y miembro muy importante de la comunidad protestante francesa, se hizo
eco de San Agustín, al sostener que la tecnología existió únicamente para la
humanidad en estado de caída y no tenía sentido fuera de éste, ya que en su estado
perfecto anterior a la caída no necesitaban de dicho artificio.
Para el historiador
medieval,Lynn White, la introducción del arado pesado en
el imperio franco generó el inicio de un cambio en la tecnología, ya que le dio
un giro radical en la relación hombre-naturaleza, y así se estableció un
sistema de parcelación según la capacidad de la máquina y no la necesidad
humana.
Antes el hombre
formaba parte de la naturaleza luego se hizo explorador de ella y en el año 830
aparece un nuevo calendario que enfatizaba la actitud ante la naturaleza, ya
una actitud dominante sobre ella.
En el salterio de Utrecht, cerca de Reims, se
encuentra una ilustración del Salmo 63, en el que se otorga la ventaja
tecnológica a los que están de parte de Dios. “El ejército de los justos se
enfrenta al ejercito de los impíos mucho más grande, los malvados se conforman
con usar una piedra de afilar obsoleta, los piadosos sin embargo emplean el
primer cigüeñal del que se tiene noticias fuera de China para rotar la primera
rueda de molino que se conoce, el avance tecnológico es la voluntad de Dios.”
Allá por la década
de 1880, el matemático y teólogo Edwin Abbott se propuso ayudarnos a entender
mejor nuestro mundo describiendo uno muy diferente, al que llamó Flatland, un
mundo que no es una esfera que se mueve por el espacio como nuestro planeta,
sino algo más parecido a una enorme hoja de papel habitada por formas
geométricas planas y conscientes. Estas personas-formas pueden moverse hacia
delante o hacia atrás y pueden girar a la derecha y a la izquierda, pero
carecen del sentido de arriba o abajo.
Los mejores cerebros
deducen que el universo debe ser algo más que lo que pueden observar, pero no
tienen forma de saber qué es lo que desconocen, y esta sensación de lo
incognoscible, de lo indescriptible, ha acompañado a los seres humanos desde
sus orígenes.
El humano habitaba un mundo de sucesos inmediatos
y de cataclismos causados por fuerzas que no podían explicar, pero también
vivían maravillados por los grandes misterios permanentes de la naturaleza: el
paso del día a la noche y el ciclo de las estaciones; los puntos de luz en el
firmamento nocturno y su movimiento continuo; la subida y bajada de los mares y
la inevitabilidad de la vida y de la muerte.
La ciencia ha
intentado reducir el ámbito de lo inexplicable, y ahora entendemos
aproximadamente las leyes de la naturaleza que gobiernan el tiempo atmosférico
y sucesos catastróficos como los terremotos. Los telescopios y las naves
espaciales nos han permitido, asimismo, explorar más a fondo los cielos para
comprender algo mejor el universo que se extiende más allá de nuestro pequeño
rincón del mismo.
Pero paraJonathan Coock,
cuanto más investigamos el universo, más rígidos parecen ser los límites de
nuestro conocimiento. Al igual que las personas-formas de Flatland, nuestra
capacidad para comprender se ve limitada por las dimensiones que observamos y
experimentamos: en nuestro caso, las tres dimensiones del espacio y la
adicional del tiempo. La influyente “teoría de cuerdas” plantea otras seis
dimensiones, aunque es poco probable que lleguemos a intuirlas con más detalle
que las sombras que casi detectaban los científicos de Flatland.
Cuanto más
escudriñamos el inmenso universo del cielo nocturno y nuestro pasado cósmico y
cuanto más indagamos el pequeño universo del interior del átomo y nuestro
pasado personal, mayor es nuestra sensación de misterio y asombro.
En este año (2021)
los científicos admitieron al New York Times que existen
formas de materia y de energíadesconocidas para la ciencia, pero que pueden
deducirse porque alteran las leyes conocidas de la física, dentro y fuera del
átomo, nuestro mundo está repleto de paradojas y misterios.
Cuando nos vemos
confrontados con culturas más antiguas que han opuesto resistencia al discurso
extremadamente racionalista de Occidente,que se ha tratado de imponer solo por
la fuerza, al extremo que hemos subestimado sus grandes adelantos, algunos muy
avanzados, lo que nos llevó como civilización conquistadora a eliminar todo
vestigio escrito, monumental y hasta la narración oral, lo cual en vez de
convencer sólo ha servido para distanciarles del canon occidental.
Cuando escuchamos a
un miembro de un pueblo originario de nuestra América, con una cosmovisión muy
adelantada respecto de occidente euro-centrista, o al maya hablar del
significado sagrado de un río o de una roca y de la visión heredada por sus
ancestros, somos inmediatamente conscientes de lo lejano que suena su pensamiento
para nuestros oídos “modernos”.
El ejemplo más claro
son las pirámides de Egipto donde la falta de ciertas explicaciones a una
civilización que no conocía la rueda y movía más de dos millones de grandes
rocas de más de dos toneladas cada una.
Primero se habló de
esclavitud y muerte por las pirámides, luego se descubrió que era otra leyenda
negra para subestimar esta obra monumental, en la cual se combinaron una
religión con resultados visibles, a través de la astronomía, medición de días,
años, estaciones, cometas y lluvias, con un diseño operado masivamente, aunque
por una burocracia estratificada, que sincronizaba a más de treinta mil
trabajadores haciendo posible las obras que técnicamente no lo eran. La
religión juega un papel fundamental en éste y otros casos, desde los aztecas a
los mayas y de éstos a los incas, pasando por los habitantes de la isla de
Pascua, hoy reducidos no por una crisis ecológica sino el colonialismo
esclavista.
Hoy la mayor amenaza
somos nosotros, los que reinamos en nuestra nueva y triste era, el Antropoceno,
y que debemos enfrentarnos a todo el daño que ha resultado de muchos siglos de irracionalidad
del humano, que se creía poseedor de la naturaleza, la cual se auto reproducía
y asimilaba los desmanes, pero la realidad es otra y hoy nos enfrentamos al
cambio climático, en el cual está en juego la supervivencia de la vida en la
tierra.
El ensayo general es
la pandemia, al cual la mayoría lo reduce a una terrible enfermedad,
desconociendo el cuerpo enfermo por alimentos transgénicos, especies
reproducidas de una forma brutal y una alimentación cada vez más desbalanceada,
que está haciendo de la obesidad una plaga en un planeta que tiene millones de
hambrientos.
Hoy volvemos a
equivocarnos y buscamos en la tecnología la solución para remediar las
múltiples crisis ecológicas que hemos creado, sin querer ver lo evidente, que
debemos cambiar el modelo de desarrollo por uno que sea racional no para una
minoría sino para las grandes mayorías.
¿Calentamiento
global? Podemos crear una pintura aún más blanca que
refleje la luz solar. ¿El plástico inunda cada rincón de los océanos? Podemos
construir aspiradoras gigantes que
lo absorban por completo. ¿Las poblaciones de abejas desaparecen? Podemos
inventar drones polinizadores que
las sustituyan. ¿El planeta agoniza?
Mientras la tragedia
avanza dos de los grandes timoneles de la nueva economía del dato, que desplaza
al hombre del eje económico, Jeff Bezos y Elon Musk transportarán a millones de
personas a colonias espaciales,
una utopía más, que oculta la verdadera función de estos “filántropos”,
salvarse una minoría al costo de la mayoría.
Obsesionados con la
tecnología y cada vez más codiciosos, los dueños o amos del poder controlan el
saber y nos aterrorizan con la inseguridad y la muerte.
Si no viéramos a
nuestro cuerpo y a nuestra alma como entidades separadas y a los humanos como
algo aparte de todo lo demás, podríamos pararnos a reflexionar si nuestro
enfoque no está ligeramente equivocado, situación que no les ocurre a muchos
pueblos originarios que construyeron una cosmovisión equilibrada y social. cesaralfredo552@gmail.com
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