“Hemos tenido todo lo que podíamos desear y, sin embargo, ahora podríamos acabar sin nada. Probablemente ya ni siquiera tenemos futuro” Greta Thunberg.
Alfredo César Dachary
Hoy enfrentamos una
larga serie de amenazas al planeta generadas por nosotros, sus irresponsables huéspedes,
desde el cambio climático, el incremento del nivel del mar y la amenaza a las
zonas costeras, fruto de los incrementos de temperatura en las zonas polares y
sus áreas de influencia, además de la reducción de los grandes glaciares que
cada vez es más alarmante.
La contaminación de
los océanos y mares, como el “7° continente” descubierto por Charles Moore en
1997, una gran mancha de basura de 1,6
millones de km2 y unas 80,000 toneladas de plástico que no para
de crecer, con un grave impacto en la vida marina.
Los mares
contaminados y la gran reducción de las grandes zonas pesqueras, reemplazadas
por los nuevos modelos de producción pesquera en grandes zonas cerradas, que
han afectado a extensas zonas de lagunas costeras y otras áreas como se ha
reflejado en el sur de Chile en el cultivo intensivo de salmónidos en jaulas en
el mar,que tiene un alto costo ambiental y que se oculta tras la demanda creciente
de salmón en países como Estados Unidos y Japón lo que incentivó a que Chile
aumente su producción a 900,000 toneladas.
Los desechos
industriales que las empresas han dejado en los fiordos, como jaulas
abandonadas, plásticos, boyas, cabos, etc.; la presión pesquera sobre especies
silvestres usadas para harina y aceite de pescado que acaban como alimento de
salmónidos son las interacciones negativas directas e indirectas sobre los
mamíferos marinos y aves.
En Chile se utilizan 500 veces más antibióticos de lo que usa
Noruega para producir la misma cantidad de salmones,
y según la Organización Mundial de la Salud, para el 2050 la mayor causa de
muerte en los humanos va a ser la resistencia bacteriana, y una de las
industrias que aumenta la utilización de antibióticos a grandes niveles es la
salmonicultura, y eso puede generar la resistencia bacteriana en el medio donde
éstos se cultivan: el mar.
La pérdida de
diversidad biológica nos la da lo que se conoce con el nombre de Índice Planeta
Vivo Perfil, indicador del estado de la biodiversidad a escala global que nos
informa que las poblaciones de vertebrados han disminuido casi un 30% en el
período comprendido entre 1970 y 2007. Según la Unión Internacional para la
Conservación de la Naturaleza (UICN), si nos centramos en las especies de
mamíferos existentes en el planeta, el 23% de ellas se encuentran amenazadas en
mayor o menor grado. La degradación de su hábitat y la fragmentación de sus
poblaciones suelen ser las causas principales de su declive, si bien la presión
cinegética y la competencia con fauna doméstica también han desempeñado un
papel importante en la desaparición de muchas de estas especies, hasta hace
poco abundantes en la naturaleza en estado silvestre.
La revolución verde
en los años sesenta plantearon que se tenían que producir más alimentos, que se
debía ganar en eficiencia y productividad, y para ello en la agricultura como
en la ganadería se introdujeron una serie de tecnologías que lo harían posible.
Las semillas híbridas, las semillas transgénicas, los fertilizantes sintéticos,
productos químicos como los herbicidas, las hormonas de crecimiento, etc.,
fueron las varitas mágicas de esta revolución agrícola.Pero no dijeron que, con
la introducción de estas ‘mejoras’, el mágico proceso de producir alimentos solo
a partir de la energía del sol y los abonos de la ganadería, acabaría
convirtiéndose en un despilfarro de energía y que para producir una caloría
gastaríamos diez.
Este enfoque ha dejado
a la tierra extenuada, y buena parte de todos estos suministros ‘absolutamente
necesarios para modernizar la agricultura’ vendrían con la patente de una
multinacional como Monsanto en otros países. No se explicó que estos recursos,
como el petróleo o los fertilizantes sintéticos, son finitos.
Pero no aprendemos,
estamos en pos de una nueva utopía que llamamos energías sostenibles o renovables,
la solar y la eólica. Pero deberíamos corregir la terminología porque si bien
es cierto que el recurso es renovable,aunque te puedan hacer pagar por él o
acabe cotizando en bolsa como los granos básicos o el agua, la tecnología
actual de paneles solares o turbinas eólicas no lo es, ya que depende de
materiales minerales que son finitos y poco abundantes o críticos como el litio
o el cobalto y otros muy escasos; por algo los bautizaron como “tierras raras”.
Una turbina eólica contiene más de 300
kilos de neodimio, prometio y disprosio, elementos que son parte de esta
exótica familia mineral, y en una placa solar, ‘solo’ el 5% de toda su
composición usa estas tierras raras, pero la inmensa cifra de placas que se producen
también da como resultado una cantidad altísima.
En casos de
minerales como el cobre, el uso creciente ligado a estas tecnologías lo
convierte en un recurso fácilmente agotable. Según la consultora Wood
Mackenzie, “se necesitará un promedio anual de 450 mil toneladas hasta final de
2021 y de 600 mil toneladas por año entre el 2022 y el 2028, aunque para
entonces varias minas ya habrán cerrado por agotamiento, generando un
encarecimiento del precio de este mineral”. El uso de cobre en la
electrificación de coches agotaría las reservas de este mineral en el 2050. O
sea, que se puede anticipar la brutal aceleración minera que le espera al
planeta a cuenta de la sostenibilidad.
Uno de los más reputados ecologistas de los
últimos años, ex-editor de la revista TheEcologist, Paul Kingsnorth, que
ha dejado de ser ecologista, y considera que los "verde" no
conseguirán frenar lo que nos espera en el futuro: el fin de la civilización
industrializada como la conocemos y el comienzo de una nueva era.
Hay dos motivos para
haber llegado a ese punto, uno es que ninguna de las campañas ha tenido éxito,
excepto a un nivel muy local ya que, a nivel global, todo va peor y el segundo
es que los ecologistas no están siendo honestos consigo mismos.
Cada día se hace más
obvio que el cambio climático es imparable, que la sociedad actual no es
coherente con las necesidades del planeta, y que el crecimiento económico es
parte central del problema;el futuro no va a ser verde, confortable y
sostenible para 10,000 millones de personas, sino lo contrario.
ConDougaldHine, otro
ex-periodista, reflexionamos que no sólo hemos descubierto que el movimiento
ecologista está teñido de esa visión optimista, sino que ésta ha penetrado en
sectores de la sociedad que deberían tener más conocimiento sobre el futuro
real: el mundo de la cultura, que también se engaña sobre nuestras posibilidades
de gestionar el futuro, dentro de este sistema.
Del encuentro, diálogo
y acuerdos entre estos dos ex periodistas y ex verdes nació un panfleto llamado
Incivilización: el Manifiesto de la Montaña Negra, que es una llamada a
aquellos que no creen que el futuro será una evolución del presente; una
llamada a aquellos que quieran forjar una nueva respuesta cultural a la
situación, desde una visión realista de la verdadera posición de la Humanidad
en el mundo amenazado y agotado.
La respuesta fue
significativa y amplía a nivel mundial, dentro de los márgenes de las personas
que viven esta problemática y han tenido ya experiencias en diferentes
organismos y así se ha comenzado a formar un nuevo movimiento, pero lo más
fascinante fue que el hilo conductor de la misma era similar a los
planteamientos iniciales.
La mayor parte de
las personas ya habían pasado por la fase de "Salvemos el planeta", ya
no creían en ello, pero estaban interesados en encontrarse con gente que comparten
su opinión y que están dispuestos a crear una nueva forma de mirar al futuro.
Esto es lo más
emocionante en el Proyecto de la Montaña Negra, el haber puesto en contacto a
gente de todo el mundo, de muy variada circunstancia: poetas, escritores, ingenieros,
científicos, músicos, granjeros... todos unidos por una misma visión. Es una
visión que hace sólo unos pocos años le habría parecido una herejía a cualquier
ecologista, pero que está ganando apoyo a medida que se hace más obvia la
incapacidad de la Humanidad para afrontar la crisis que ella misma ha creado.
Lameta es clara, no
vamos a salvar el planeta, ya que lo que se está muriendo
es nuestra civilización, y ni la tecnología sostenible ni el comercio justo lo
van a evitar, es un tema del sistema que agoniza, luego de cinco siglos de
dominación.
Una vez que dejamos
de hacer como que lo imposible puede suceder, nos sentimos libres para pensar
seriamente en el futuro. Esto es lo que el movimiento de la Montaña Negra va a
hacer y así reunirá a muchas personas coordinadas por gente práctica con ideas
para construir la era post-petróleo en el siglo del caos.
En el siguiente artículo
analizaremos el manifiesto de la Montaña Negra y los planteamientos de sus
principales actores.cesaralfredo552@gmail.com
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