Capitalismo
catastrófico y Covid-19
“Nos están fallando
a los jóvenes, pero los jóvenes están entendiendo la magnitud de su traición”
Greta Thunberg.
Alfredo
César Dachary
En la segunda década de este siglo, el Covid-19
ha acentuado, sin precedentes, las vulnerabilidades ecológica y económica
interrelacionadas e impuestas por el capitalismo, abriendo la entrada al capitalismo
de catástrofe, donde la crisis adquiere dimensión planetaria y más allá de lo
económico, porque se juega la existencia de la vida humana en el planeta.
Esta etapa comienza
en las últimas décadas del siglo XX, cuando la globalización adopta las formas
de cadena de producción controlada por multinacionales, una mega red global que
vincula diferentes zonas de la periferia con el centro de consumo, las finanzas
y las acumulaciones mundiales en el corazón del sistema.
Estas cadenas
globales son los principales circuitos del capital a nivel mundial, ya que
permiten a las grandes transnacionales explotar a un bajo costo cantidades muy
grandes de tierra y de mano de obra, para producir con grandes ganancias para
el consumo de los países centrales, principalmente.
La ruptura
irreparable en el proceso interdependiente del metabolismo social, que agudiza
la relación destructiva del capitalismo con la tierra, fue inicialmente la que
agotó la tierra y obligó abonar los campos ingleses con guano que traían de la periferia
a fines del siglo XIX; ésta fue igualmente evidente en las epidemias
resultantes de las contradicciones orgánicas del sistema, el cólera, la tercera
peste y la fiebre amarilla entre las más “expandidas”.
En 1832, el cólera
azota desde Asia a Nueva York, Londres, París y Montreal, la enfermedad para
los sanitarios se propagó por el agua a lo largo del recién abierto Canal de Erie
y el río Hudson, pero las autoridades no quisieron regular el tráfico que venía
por las vías fluviales ya que perturbaría a poderosos intereses comerciales.
Según las ideas de
la época, los contagios como el cólera se propagaban a través de nubes de gas
maloliente llamadas miasmas, por ello el cólera, era «una enfermedad de la
atmósfera llevada en las alas del viento y para protegerse de estos gases
mortales, la gente quemaba barriles de alquitrán y colgaba grandes trozos de
carne en postes, de los que se esperaba que absorbieran los vapores del
cólera”.
Así en el siglo XIX,
en el origen de la revolución industrial, las pandemias venían de lejos, como
la peste negra y llegaban sobre las redes comerciales, sumada a la ignorancia
sobre éstas y el poder del comercio creciente, no permitían tomar medidas
preventivas eficientes, ya en esa época era la economía o la vida.
Así se construye hoy
el marco teórico centrado en las formas duales y contradictorias de las cadenas
de productos, que incorporan tanto valores de uso como de intercambio, y nos
proporciona las bases para comprender las tendencias combinadas de crisis
ecológica, epidemiológica y económica en esta etapa del imperialismo tardío, al
cual se le denomina como el capitalismo de catástrofe.
Esto nos permite
percibir que el circuito del capital bajo el imperialismo tardío esté ligado a
la etiología de las enfermedades a través de la agroindustria y como esto ha
sido importante en la generación de la pandemia actual.
A ello se le suma la
alteración planetaria, engendrada por esta estrategia catastrofista, que se
manifiesta en el cambio climático y el cruce en la actualidad de varios límites
de sostenibilidad de la vida en el planeta, en el cual la actual crisis
epidemiológica es simplemente otra manifestación más fuerte de esta compleja
situación, que además deriva en una población enferma (obesidad, depresión y
diabetes, entre otras) y además empobrecida y sin respaldo social del Estado.
Estas
ideas preliminares que se vienen manejando en diferentes grupos de
investigación desde hace más de medio siglo, inicialmente en la década de los
60’ donde se plantea y desarrolla la revolución verde, que algunos definen como
el “segundo génesis”, cuando se comenzó a alterar con fines productivos la
cobertura verde, el auge de los transgénicos, las semillas de diseño, los nuevos fertilizantes, el
verdadero veneno: el glifosato y eso alteró grandes partes del mundo, no solo
en la cobertura sino en los animales que vivían en ésta, desde las abejas a las
hormigas, había comenzado un verdadero cambio de una nueva “creación”.
El
tercer génesis viene atrás de éste y va directamente a los animales de consumo
diario desde las vacas a las aves, desde los peces a los cerdos, todos
doblemente uniformados, primero como grupos homogéneos, como clonados, lo cual
es profundamente negativo y segundo condenados a una vida bajo presión para
obtener mayor crecimiento, a través de todo tipo de productos, muchos de ellos
tóxicos, hasta llegar al sacrificio para el consumo; éste es un tercer génesis,
la creación se renueva nuevamente ahora en los animales.
Estas
profundas trasformaciones desde la famosa semilla a la que denominaban“terminator”
a la clonación de la famosa oveja Dolly, el hombre había comenzado a ejercer el
poder tecnológico para terminar de transformar y adecuar la naturaleza a sus
intereses, que son económicos y de poder, que deriva de la riqueza generada.
La soberbia es la
contracara de la ignorancia, por ello nunca se pensó seriamente en sus
consecuencias, ya que mayoritariamente se experimentaba en la gran periferia
del sistema, pero las génesis fueron el complemento de la gran contaminación
global, que responde a otra “interpretación equivocada”, los costos ambientales
de la producción, que se plantean en la segunda ley de la termodinámica, y todo
esto unido a la gran emisión que genera la creación de energía con petróleo que
se expresa en la gran amenaza del cambio climático.
Aparentemente el
fracaso del ecologismo, captado y manipulado por los organismos del poder, que
les permitió crear ONG´scon importantes fondos, no frenó a los honestos
científicos de la búsqueda real del impacto del antropoceno en nuestra
civilización y sus amenazas.
En la última década
apareció un nuevo enfoque holístico: una
salud – un mundo, sobre la etiología de las enfermedades principalmente en
respuesta a la aparición de enfermedades zoonóticas recientes como el SARS, el
MERS, el H1N1, trasmitidas por animales a humanos, pero les tocó la misma
suerte que al ecologismo, la captación y manipulación de esta teoría por la
burocracia internacional que altera su esencia, lo que obligó a los científicos
a buscar una nueva base teórica, que no sea apetecible por los grandes
manipuladores de la naturaleza, o sea, los responsables de un potencial
cataclismo, los que con sus acciones generan los impactos, y los que con sus
omisiones crean una cortina de humo, bajo el paradigma ya muy desprestigiado
del desarrollo sustentable.
Así se plantea una
nueva estrategia camino a consolidarse como una teoría: Salud única estructural
(SUE) que se basa en el primer paradigma “una salud un mundo”, y la tradición
histórico materialista, que les permite ver las pandemias en la economía global
contemporánea, conectadas a los circuitos del capital, que están cambiando
rápidamente las condiciones ambientales.
Este enfoque
histórico materialista representado en la Salud única estructural, se aparta
del primer planteamiento holístico y amplía sus perspectivas porque se centra
en la cadena de productos como impulsora de pandemias, descartando el enfoque
habitual de las geografías absolutas, que se concentraban en determinados
lugares en los que surgían nuevos virus sin percibir los conductos económicos
mundiales de trasmisión.
Esto lleva a una
visión errada al considerar a las pandemias como un problema episódico o
acontecimiento aleatorio, como el cisne negro, y no como lo que es, el reflejo
de una crisis estructural del capital.
Esta teoría termina
adoptando el enfoque de la biología dialéctica, con los biólogos de Harvard,
Richard Levins y Richard Lewontin, autores del libro “TheDialecticalBiologist”. Como conclusión o propuesta se plantea la
reconstrucción radical de la sociedad en general de manera que se promueva un
metabolismo planetario.
Rob Wallace, biólogo
evolutivo y experto en fitogeografía para la salud pública en su obra “Big FarmsMake Big Flu”, se inspira en
las nociones sobre las cadenas de mercancías y la ruptura metabólica, así como
la crítica a la austeridad y a la privatización basada en la noción de la
Paradoja de Laurderdale, según la cual; hay una correlación inversa entre la
riqueza pública y las riquezas privadas, un aumento de estas últimas servía
para disminuir la primera.
En esta nueva
epidemiología histórico-materialista es claro el reconocimiento de la
agroindustria mundial y la integración de ésta con las investigaciones
detalladas de todos los aspectos de la etiología de la enfermedad, centrándose
en las nuevas zoonosis.
Estas enfermedades,
según Rob Wallace, son la consecuencia biológica inadvertida de los esfuerzos
encaminados a dirigir la ontogenia y la ecología animal hacia la rentabilidad
multinacional, produciendo nuevos patógenos mortales.
La nueva ganadería
extensiva consiste en la cría de animales domésticos genéticamente similares (eliminando
los brotes de fuego inmunes), en enormes criaderos de cerdos y vastos criaderos
de aves, entre los más abundantes, además del ganado estabulado, expansión que
se combina con una rápida deforestación y caótica mezcla de aves silvestres y
otros animales salvajes con la producción animal industrial. Esto crea las
condiciones para propagación de nuevos patógenos.
Los agro negocios se
trasladan a la periferia global, por mano de obra y tierras baratas,
extendiendo su línea de producción por todo el mundo. Así aviones, cerdos y
humanos, desfilan por las grandes cadenas de abastecimiento mundial e
interactúan distribuyendo nuevas enfermedades.
La
pandemia no es un hecho aislado, emerge en medio de un sistema que mantiene la
dualidad humanos-naturaleza, una dicotomía con muchos siglos de existencia,
primero afirmada por la religión y luego sostenida por la ciencia positivista,
una contradicción que ha costado muchas vidas y que solo algunos pueblos lo han
logrado superar.cesaralfredo552@gmail.com
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